Friday, July 14, 2006

A la hija que está lejos



Siempre contigo
Algunas veces, el tiempo, los días,
nos envían un mensaje engañoso.
Son tan iguales que confunden
nuestros sueños y deseos
con la rutina de lo hermoso.

El recuerdo que lleva el peso
de veinticinco años
se hace liviano, como una brisa.
Juntas, de la mano, van y caminan
la niña pequeña que recibe un beso
y la mujer adulta llena de sueños.

No he visto los brotes de las flores
que adornaban tu día a día,
ni las ramas apuntando al cielo
que de tu tronco fuerte crecían.
Si acaso, como siempre, me acompaña
tu olor, presente en mi memoria.

Formas parte de mi horizonte,
eres nube y eres luna,
la humedad vestida de lluvia
el calor de un abrazo en la noche
los besos dulces de la mañana,
tu sombra, tu aliento, tu sitio.
Siempre te llevo conmigo.

LaAlquimista.

Al fin, en calma



Un capricho para el cuerpo
un reposo para el alma;
placer que entierra el tiempo muerto
del reencuentro con la calma.

Noches suaves de media luna,
brisa emborrachada de salitre,
un árbol hay que me acuna
y posa su sombra en mi almohada.
El frescor de sus hojas
acompaña mi sueño.

La cama es grande,
tanto como el deseo
que dibujan sus sábanas blancas
hoy ausentes de dolores.
Sueños de dulce princesa
que envejece a la espera
del mortífero beso
que
al llegar,
camuflado en la mañana,
ponga punto final al cuento
de toda una via.

LaAlquimista.

Delicuescente deseo



Delicuescente deseo

Un movimiento desde el corazón hasta más allá del horizonte,
como un rayo verde que atrapa el último vagón del deseo,
de la mano de un tiempo que se adivina infinito,
pero que acaba justo donde los relojes se paran
cansados de esperar el beso que no llega.

Y pierdo el deseo de lo que busco buscando lo que deseo...

Un hombre con un regalo en la mirada
y un miedo en el corazón;
y el deseo que vence al miedo
y se esboza la sonrisa de pestañas pintadas de noche.
El tiempo abraza estrechamente esa distancia que,
separando,
une dos desencuentros en el amanecer de la juventud que agoniza,
ahogada en su propio desencanto.

Y cierro los ojos para no ver y para sentir a la vez...
Aíslo tantas cosas que he olvidado la dirección
donde habita lo que queda de mí.
Quizás alguien -tú- llame un día a esta puerta antigua y,
como castigo por la tardanza,
la aldaba se quede rota entre tus manos.

Mientras se acerca ese instante cruel,
espero con la copa del más puro deseo al borde de la mesa
derramando su amargor por encima de la nada
si no son labios fieles los que vienen a libar.
Deseo y espera visten la noche de frías estrellas
que conservan entera la sombra de mi corazón.
Todavía.

LaAlquimista.

Miedo en mitad de la noche



El sueño aciago reflejo de las penas
avienta las sonrisas que adornaban mis ojos
al retirarma al silencio de las sábanas
que se convierten de suaves alas en mortaja.

Esta noche has venido a visitarme
aún sabiendo que el espectro de tu aliento
convulsionaría alma y descanso.

Y , en la fría madrugada,
orlada de pretéritos sudores
y de sueños pintados con óleo pegajoso
del deseo que ya no está,
me despierta el sobresalto aterrador de tu presencia.

¿Por qué huelen tanto los amores viejos?


Alquimista.

Ya no me duele nada



Ya no me duele nada y qué pena me da.
Despertarme en la turbia madrugada sin sudar,
sin que tu olor penetre la abigarrada estancia en sombra
y se abra paso hasta el hueco oscuro donde te instalé,
hace ya cinco años, maldito calendario.

Ya no me sube la temperatura abismando el mercurio
ni mis fuentes manan con tu recuerdo,
lástima de olvido que cierra las llagas y cauteriza el alma,
como si me hubiera muerto un poco ya antes de hora,
hace ya cinco años, cómo pasa el tiempo.

Ya no me agitan tus manos, ni tu sexo, ni tus ojos, ni tu aliento, ni me excitan tus mentiras, ni me ahogan tus silencios, ni recorro por las noches los senderos del deseo, nada, nada, ya no me duele nada.

Y ahora...¿qué?

LaAlquimista.
(dudando entre el alivio y el olvido)

Espacios húmedos



Arenas Calientes

El regalo del espacio sagrado,
allá donde el hombre puede fundirse
y la mujer abrirse.

Esa mar invitadora e incitante,
espumas que son como besos,
olas que asemejan caricias...
y el silencio de la rompiente,
desgarrador y único.

Cuerpos al sol.
Abandono.
Fusión con el todo.

El cuerpo se entrega
cerrando los ojos y oídos al mundo
en un torbellino sensual.

Emerge el ser profundo
de sus antiguos recovecos
para explotar al amparo del sol.

Si ayer la luna en su gozoso misterio,
en su inquietante penumbra,
quien me clavaba goces inauditos,
hoy es su hermano-sol quien me cubre
-carne y sentido-,
me goza y me entrego,
agradecida.

La Alquimista
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